Decía que soñaba con ser como Mahoma. Era difícil no topárselo varias veces al día, volando en su alfombra mágica. Era sorprendente para alguien tan perfeccionista y calculador como yo que para alguien como él no existieran los límites. No había nada que separara su realidad de su imaginación. Había aprendido a soportar el dolor y todos los que de verdad lo conocían, lo admiraban por eso. Aunque los que no, lo odiaban, por lo mismo; por insensible. Había tenido una vida dura y ya a los doce años había vivido todo lo que se puede vivir. Dominaba sus sentimientos, piloteaba sus pensamientos y manejaba sus sentidos a la perfección. Fingía a la perfección. La única vez que respondió cuando le pregunté cómo lo había logrado, me dijo: “Después de mucho escuchar una palabra, hasta pierde sentido”.
D
D
Decía que soñaba con ser como Mahoma. Era difícil no topárselo varias veces al día, volando en su alfombra mágica. Era sorprendente para alguien tan perfeccionista y calculador como yo que para alguien como él no existieran los límites. No había nada que separara su realidad de su imaginación. Había aprendido a soportar el dolor y todos los que de verdad lo conocían, lo admiraban por eso. Aunque los que no, lo odiaban, por lo mismo; por insensible. Había tenido una vida dura y ya a los doce años había vivido todo lo que se puede vivir. Dominaba sus sentimientos, piloteaba sus pensamientos y manejaba sus sentidos a la perfección. Fingía a la perfección. La única vez que respondió cuando le pregunté cómo lo había logrado, me dijo: “Después de mucho escuchar una palabra, hasta pierde sentido”.
Decía que soñaba con ser como Mahoma. Era difícil no topárselo varias veces al día, volando en su alfombra mágica. Era sorprendente para alguien tan perfeccionista y calculador como yo que para alguien como él no existieran los límites. No había nada que separara su realidad de su imaginación. Había aprendido a soportar el dolor y todos los que de verdad lo conocían, lo admiraban por eso. Aunque los que no, lo odiaban, por lo mismo; por insensible. Había tenido una vida dura y ya a los doce años había vivido todo lo que se puede vivir. Dominaba sus sentimientos, piloteaba sus pensamientos y manejaba sus sentidos a la perfección. Fingía a la perfección. La única vez que respondió cuando le pregunté cómo lo había logrado, me dijo: “Después de mucho escuchar una palabra, hasta pierde sentido”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
a mi defensa, sí se de lo que estoy hablando, SIEMPRE se de lo que estoy hablando ;)
Publicar un comentario